
Meta ha decidido compartir su preciado modelo de inteligencia artificial LLaMA con un grupo selecto de aliados de Estados Unidos en Europa y Asia, una decisión que parece menos un lanzamiento casual de un producto y más una actuación geopolítica cuidadosamente planeada.
Como informó Reuters , países como Francia, Alemania, Japón y Corea del Sur pronto obtendrán acceso, mientras que las naciones fuera del círculo de confianza de Washington permanecerán excluidas.
No se trata solo de prestarles a los amigos una herramienta nueva y sofisticada; se trata de influencia. En un mundo donde la IA se está volviendo tan valiosa estratégicamente como lo fueron los oleoductos en su momento, dar acceso anticipado a ciertos países genera lealtad, dependencia y, seamos sinceros, influencia.
Considere cómo DeepMind de Google demostró recientemente su poder al lograr un supuesto avance histórico en la resolución de problemas con Gemini 2.5, algo que The Guardian cubrió con gran entusiasmo. Si Europa y Asia tienen LLaMA mientras que sus rivales no, el desequilibrio de poder se agrava rápidamente.
Lo intrigante es cómo este anuncio se alinea con cambios más amplios en la gobernanza de la IA. Naciones Unidas acaba de añadir la IA a su lista de desafíos globales, junto con el cambio climático y las armas nucleares, y ha creado un panel para asesorar sobre riesgos y regulaciones, según AP News .
En ese contexto, la actitud de “compartir” de Meta parece menos benevolencia y más una jugada de ajedrez estratégica en el escenario global.
Por supuesto, también hay un trasfondo más oscuro. En una cumbre reciente en Washington, el director ejecutivo de Anthropic , Dario Amodei, estimó sin rodeos una probabilidad del 25 % de que la IA pudiera derivar en resultados catastróficos , según informó TechRadar .
Esa es la clase de estadística que se te queda en la garganta. Y, sin embargo, la carrera por distribuir y dominar el mercado de la IA no cesa.
Ahora, hablemos de los detalles. Compartir LLaMA con aliados casi con seguridad impulsará la innovación en defensa, comercio e infraestructura digital, pero también aumenta la posibilidad de fragmentación, donde diferentes bloques de países operan con diferentes pilas de IA.
Imagine un mundo donde los investigadores alemanes optimizan los flujos de trabajo de la industria utilizando el modelo de Meta, mientras que los ingenieros chinos perfeccionan alternativas sin la influencia de Occidente. Esto no es solo competencia; es el inicio de una Guerra Fría digital.
Desde mi punto de vista, la apuesta de Meta es a la vez inteligente y un poco imprudente. Inteligente porque garantiza que LLaMA se arraigue en las economías más influyentes.
Imprudente porque corre el riesgo de acelerar una división en el orden mundial de la IA que ya les quita el sueño a los responsables políticos. Quizás estoy siendo un poco dramático, pero a veces el drama es simplemente realismo a todo volumen.
Entonces, ¿es este el comienzo de una nueva era colaborativa, donde los aliados combinan capacidades de IA para resolver juntos problemas globales?
¿O se trata de otra ronda de política de poder impulsada por la tecnología disfrazada de intercambio de innovaciones? Diría que son ambas cosas. La verdadera prueba llegará cuando esos aliados empiecen a definir las políticas y a decidir cuánta confianza quieren depositar en las estrategias de Silicon Valley.